Por fin llego a mi habitación, y, cómo no, está mi “súper
amable” compañera de cuarto. No, en serio, siempre tiene la misma cara de
superioridad. No la aguanto y no llevo ni una semana aquí. Dejo encima de mi
cama la bandolera y saco el portátil. Después me pongo los auriculares y sigo
haciendo la mezcla que dejé pendiente antes. Bueno, al menos estando cada una a
lo suyo no se está tan mal. Mientras no me dirija la palabra la borde de ella,
me da igual. Para cuando me quiero dar cuenta, ya son las 21:00. Después de
cenar, me voy a la cama, escuchando música, por supuesto, pues no soy capaz de
dormir si no escucho música antes.
Al día siguiente, suena la alarma del móvil por la mañana,
le doy un manotazo para que deje de sonar, gruño, pues odio madrugar, y me
levanto. Odio tener que ir a clase, si yo ni siquiera quería venir aquí en
primer lugar. Biip, biip –suena mi
móvil. ¿Un mensaje? ¿De quién podrá ser?
Ya está publicada la
lista con los nuevos miembros de los grupos a cappella. Está puesta en el
tablón de anuncios.
Bueno, pues me pasaré primero a comprobar la lista antes de
ir a clase. Al menos si estoy en ella, podré dedicar parte de mi tiempo a
cantar en vez de a estudiar las chorradas de mi carrera. ¡Demonios! ¿Por qué elegí Filosofía?
Llego a la zona del tablón de anuncios, y veo un montón de
gente arremolinada en torno a una lista. Debe de ser ésa. Ya podían mirarlo rapidito,
que tengo clase en diez minutos. ¿Qué
hago yo tan preocupada por unas clases a las que voy obligada? Tampoco va a
pasar nada si llego un poco tarde.
-¡Bien, nos han cogido! –exclama una chica alta de pelo
oscuro, y abraza a su amiga.
-Bah, no estoy en la lista. Ellos se lo pierden –dice un
chico, enfadado.
Oigo varios comentarios tanto para bien como para mal, y por
fin se va despejando la zona. Me acerco al papel y… veamos, Mitchell… ¡sí,
estoy en la lista! ¿Por qué me emociono
tanto, si total, es una cosa para pasar el rato? ¿Y por qué me pregunto tantas
cosas hoy? Esto de estar dando Filosofía me está afectando.
Después de horas de completo aburrimiento, de tanto
Aristóteles y Horacio y la madre que les trajo a todos, salgo enseguida.
Necesito respirar. Aún falta un poco para la hora de comer, así que me voy al
mismo árbol de ayer. Esta vez me limito a ponerme los cascos, pero sin hacer
mixes. Simplemente me tumbo y cierro los ojos, pues tengo un sueño que me
caigo.
-¿Qué pasa? ¿Cansada? –pregunta una voz masculina.
-¿Jesse? ¿Qué haces aquí?
-Nada, te había visto y venía a saludar. ¿Has visto las
listas?
-Sí.
-¿Sí? ¿Y ya está? Sé que te han cogido para uno de los
grupos, Beca. Deberías estar entusiasmada. Pero ya veo que esa emoción no la
conoces.
-Me emociono con cosas importantes, esto es sólo un
pasatiempo, nada más.
-¿Un pasatiempo? Muchos y muchas matarían por estar en tu
lugar. La emoción de la puesta en escena, la energía de todos los miembros del
grupo dándolo todo mientras la multitud se emociona… -Jesse se pone casi
eufórico sólo de decirlo.
-Ajá… ya veo que tú sí que estás entusiasmadito perdido.
-¡Vamos! ¿No puedes mostrarte ni un poquito más feliz por
este gran honor?
-Ya estás bastante feliz tú por los dos –respondo, todavía
con los ojos cerrados, aunque habiendo bajado el volumen de mi música.
-Bah, eres un caso perdido.
-Lo que tú digas.
-Bueno, me voy, voy a comer con Benji, mi compañero de
cuarto. A él sí que le hace ilusión comer conmigo, porque me respeta, no como
otras.
-Pues que os aproveche.
-Adiós –dice él, y se va, dejándome allí tumbada, y vuelvo a
subir el volumen de mi iPod.
No han pasado ni cinco minutos, cuando oigo risitas a mi
alrededor. Abro los ojos y allí están Chloe y Aubrey.
-¿Qué? ¿De ligoteo otra vez? No pierdes el tiempo, ¿eh?
–dice Chloe.
-¡Que ya te he dicho que no es mi novio!
-Vale, lo que tú digas. Aubrey y yo íbamos a ir a comer. ¿Te
apuntas?
-Mmm…
-Tenemos ramen de pollo y de ternera.
-¡Vale!
-Ja, ja, ¿te gusta la comida oriental?
-Ja, ja, ¿te gusta la comida oriental?
-Sí, me encanta.
-Genial, pues ven, vamos a sentarnos con aquellas chicas de
allí, que son las nuevas integrantes de nuestro grupo, las Bellas. Así nos conocemos todas mejor.
-Vale, espera que recojo esto –me quito los auriculares y
los guardo en mi bandolera, junto con el iPod.
Llegamos al lugar donde está el resto del grupo, en el
césped también, solo que no hay árboles. Estamos rodeadas de los grupos de
gente que suelo observar cuando vengo aquí.
-¡Anda, así que es a nuestro grupo al que ha entrado esa
chica! –digo, refiriéndome a la morena de antes.
-¿Quién? –pregunta Aubrey.
-La del pelo negro largo. La vi antes, cuando iba a mirar la
lista.
-Es Stacie. Sí que canta bien, aunque creo que hay que
corregir otros aspectos de ella.
-¿A qué te refieres? –pregunto.
-¿Qué más da? ¿Y cómo te acuerdas de ella de verla sólo una
vez? –pregunta esta vez Chloe, con un ligero tono de mosqueo.
-No, por nada, sólo curiosidad. Ah, y… es que tengo
facilidad para recordar las caras de la gente.
-Será eso… -murmura Chloe en bajo. Hago como que no la he
escuchado, pero sé lo que ha dicho y no sé exactamente cómo interpretarlo.
-¡Hola, gente! –saluda una rubia que está algo… oronda.
-Hola –saludo.
-Beca, ésa es Amy la Gorda.
-Oye, no creo que sea apropiado llamarla eso –digo ante la
falta de tacto de Aubrey.
-Tranquila, soy yo la que me hago llamar así –responde Amy.
-Oh… -me quedo sin saber qué decir. ¡Qué rara es la gente!
-Y ellas son Lilly, Denise, Cynthia-Rose, y… Stacie –responde
Chloe, pronunciando el último nombre como con dejadez. ¿Qué le habrá hecho la tal Stacie a Chloe para que le caiga tan mal?
Todas devuelven el saludo a la vez, y las tres nos sentamos
en un hueco que nos dejan.
-Comamos pues –dice Aubrey, como si fuese la jefa y hasta
que no lo diga ella no se hacen las cosas.
-Ten, el ramen de pollo. ¿O quieres el de ternera? –me dice
Chloe, ofreciéndome el recipiente.
-No, el de pollo está bien. Gracias. ¿Cuánto te debo?
–pregunto, pues no voy a ser tan caradura de que me paguen la comida.
-¡Nada! –se acerca a mi oído y me dice –otro día me invitas
tú a algo y estamos en paz, ¿vale?
Asiento sonriendo, y cuando voy a coger el recipiente, mi
mano roza suavemente la suya. Me pongo nerviosa, pero hago como que no me pasa
nada, aunque no estoy segura de si ella lo ha notado. Bah, da lo mismo, voy a
comer, que me muero de hambre.
-Que sepáis que aunque cantemos, también vamos a hacer
sesiones de gimnasia, porque hay que estar en plena forma –dice Aubrey un
momento después.
-Así no pierdo mi fantástica figura –dice Stacie, entusiasmada.
-Así no pierdo mi ñañañaña… -se burla Chloe por lo bajo
imitando a Stacie con una voz graciosa. Las demás no la oyen, pero yo sí, y me
atraganto con mi refresco.
-¿Qué te pasa? ¿Tienes dificultades para tragar? –dice Amy.
-Pues yo no tengo ninguna, ya me entendéis –suelta Stacie,
como si nada.
-¡Aggh, no me seas asquerosa! –exclamo, y parece ser que
todas piensan como yo, pues asienten. Después nos echamos a reír.
-Stacie, te agradecería que no soltases ese tipo de
comentarios, somos unas señoritas, y menos comiendo –dice Chloe, con un tono
muy fino.
-Bien dicho –la apoya Aubrey.
-¡Por favor, chicas, que estamos en el siglo XXI! ¿O qué
pasa, que acaso vosotras no…?
-El otro día vi cómo desenterraba mi perro a mi antiguo
hámster –dice una vocecilla siniestra. Era Lilly.
Nos quedamos todas en silencio, mirándola, y luego
mirándonos a nosotras con una cara de WTF?
-Por lo menos hemos cambiado de tema, y creedme, prefiero
que se hable de mascotas muertas a escuchar lo que se traga Stacie –suelta
Cynthia-Rose, con un gesto de negra chunga.
-Pues sí –dice Denise.
El resto de la comida lo pasamos escuchando la interminable
charla de Aubrey sobre el honor que supone pertenecer a las Bellas, un grupo con una larga tradición
de chicas que cantan canciones pasadas de moda y… hasta ahí dejé de escuchar. ¿En serio pretende que lleguemos a las
finales cantando canciones que ni escucha mi abuela ya?
De repente, Aubrey busca en su bolsillo y saca su móvil.
-Escuchad esta magnífica interpretación –dice Aubrey,
mientras suena una canción que yo al menos no había oído en toda mi vida–. Es
la canción con la que llegamos a las finales el año pasado.
-¿Y ganasteis? –pregunto, sin poder evitar un tono
incrédulo.
-No, pero por un desafortunado accidente –dice muy rápido,
como si quisiera evitar el tema.
-¿Y qué pasó? –pregunta Amy, con una cara un poco atontada.
-Pues…
-¡Pota Bellaaaaaas! –Exclama una voz de chico–. ¿También va
a haber regalito sorpresa este año? No llegaréis ni a la segunda fase con ésa
en el grupo –dice un chico moreno, mientras se va con la bici.
-¡Piérdete, Bumper! –responde Aubrey, furiosa.
-¿A qué ha venido eso? –pregunta Cynthia-Rose.
-El año pasado Aubrey… -empieza a decir Chloe, pero Aubrey
la interrumpe.
-¡Calla, no hace falta rememorarlo! –dice la rubia, y se
pone roja.
-Yo quiero saberlo –dice Amy–. ¿Qué puede haber tan malo? Perdisteis, pues
bueno. Aunque de hacer una mala actuación a llamarnos un grupo vomitivo es
pasarse.
-¡No hicimos una mala actuación! –exclama Aubrey, todavía
enfadada–. Y tampoco se nos considera un grupo vomitivo, no va por ahí la cosa.
Pero como he dicho, no es momento ni lugar para contar el por qué de nuestra
racha del año pasado –dice, aunque por su tono deduzco que nunca será ni el
momento ni el lugar apropiado.
-¿Sabéis qué? Esta noche comenzaremos la sesión de gimnasia
y los ensayos –dice Aubrey. Me da que es como una especie de castigo por
preguntarle sobre el tema.
-¿Y a qué hora? –preguntamos varias.
-A las cinco.
-¿Tan pronto? ¡Adiós a mi siesta! –dice Amy.
-¿Siesta? Ja, ja, ja. No habrá más siestas en los días de
ensayo, estamos aquí para trabajar, no para hacer el vago –responde Aubrey.
Todas suspiran, con aire resignado, y siguen comiendo.
-¿Y qué canción vamos a cantar? –pregunto.
-La que os he enseñado antes. Si el año pasado llegamos a
las finales con ésa, este año también lo haremos. Y esta vez, ganaremos.
-¿Y no podemos cantar una más… marchosa? –sugiero.
-¡Ni hablar! ¡No vamos a echar abajo la tradición de las Bellas!
Me parece ridículo el empeño por no renovar el repertorio de
Aubrey. Es que no me entra en la cabeza cómo pudieron llegar el año pasado a la
final. Yo con ésa canción no las dejaría pasar ni de la primera fase.
Y llegaron las 17:00. Espero que no nos machaque mucho
Aubrey. Por lo poco que conozco de ella, tiene pinta de ser una marimandona de
ésas que exigen mucho.
-¡Vamos, diez vueltas a las gradas! –exclama Aubrey, silbato
preparado y cronómetro en mano.
-¡Hala! ¿Pero tú te chutas algo o qué? –exclama Amy, que
parece cansada sólo de mirar las gradas.
-Creí que teníamos integrantes que se tomaban en serio el
grupo –dice Aubrey en un tono autoritario.
-Sí que me lo tomo en serio. Pero si me da un ataque a la
patata, llamas tú a la ambulancia –responde Amy, y echa a correr junto con
Stacie.
Todas nos ponemos a correr de dos en dos, aunque siempre hay
alguien que se queda atrás, corriendo a su ritmo.
-No se lo tengas en cuenta, en el fondo es buena persona
–dice Chloe, que está corriendo a mi lado.
-En el fondo... muuuuy en el fondo, ¿no?
-Ja, ja. Que no, ya verás. Lo que pasa es que se exige
mucho, y espera también mucho de nosotras. Hay mucha competitividad, así que es
lo mejor.
-Y más si el tal Bumper ése está en otro de los grupos.
-¿Cómo sabes si está en otro grupo?
-El primer día en el campus, antes de que vosotras me
hablaseis de si quería unirme a las Bellas,
vi un grupo de chicos cantando, y por lo que parecía, él era el líder.
-Entonces es verdad que tienes buena memoria para las caras
–dice Chloe, en tono pensativo.
-Sí, es lo que dije. ¿Por?
-Entonces… ¿no es que se te queden las caras de la gente que
te interesa mucho?
-No. Bueno, sí, también. Pero me pasa en general.
-Ahh… ¿con Stacie también te pasó por eso mismo?
-Exactamente. Y con la gente a la que más he visto, claro.
Por ejemplo, a ti te miro… ¡veo! Mucho -¿qué
ha sido eso, Beca? ¡Que te pilla!
-Vale. Qué suerte tienes. Espero que también tengas
facilidad para recordar pasos de baile.
-¿Baile? ¡Creí que íbamos a cantar! –exclamo.
-¡Vamoooos, Amy, corre más rápido, que te pesa el culo!
–grita Aubrey con todas sus fuerzas a Amy, que ya corre a la misma velocidad
que una tortuga en la segunda vuelta.
Chloe se ríe, todas en general, y seguimos a lo nuestro. Está tan guapa cuando sonríe…
-Claro que también hay que bailar, o ¿qué crees, que estamos
paradas como un pasmarote cantando mientras miramos al público y ya está?
-Pues…
-¡Hay que hacer algo más, si no sería un muermo!
-No lo había pensado. Es que…
-¿Qué te pasa?
-Es que… no sé bailar.
-¿En serio? ¡Pero si son coreografías! Es aprenderte los
pasos y ya está.
-Nunca he participado en una coreografía, no sé qué tal se
me da…
-Yo te ayudo –dice.
-Vale –sigo intranquila, pero oye, al menos tengo su ayuda. Eso quiere decir que estaremos más cerquita
en los ensayos –pienso, más alegre.
-¿Y ahora por qué sonríes?
-No, si no estoy sonriendo –respondo, todavía con una
sonrisa.
-Sí. ¿En qué piensas? ¿O en quién?
-¿Siempre igual con lo de quién? –Pronuncio más esta palabra–. No sé cómo decirte que Jesse y yo no tenemos
nada.
-¿Quién ha hablado del tal Jesse? ¡Te gusta!
-No, y ya estoy harta de decírtelo.
-Vale, ya paro. Me lo parecía. ¿Acaso no le gustas?
-¡Y yo qué sé! –mentí, pues sabía que sí, pero no quería que
siguiese preguntándome más por el tema.
-¿Y a ti él?
-Te juro por mis auriculares, por mi portátil y por mis
mixes que no –suelto.
-Ja, ja, tienes una forma muy original de jurar.
-Me ha salido del alma –respondo.
-¡Amy! ¿Dónde está Amy? –pregunta Aubrey, dando vueltas
sobre sí misma mirando en todas direcciones buscando desesperada a Amy.
-Aubrey digievoluciona en… ¡Peonzbrey! –digo en un tono no
muy alto.
Chloe se descojona y Aubrey mira donde las gradas, en la que
una no muy discreta Amy está tumbada cual sirena y aparentemente, extasiada.
-¿Qué demonios haces? –exclama Aubrey, cabreada.
-¡Carrera horizontal! –responde ella, como si nada.
-¡Dios, Amy, me lo estás poniendo muy fácil para echarte del
grupo! ¡Levanta tu culo y ponte a correr como las demás!
-Ay… ¿No podríamos meditar o algo así?
-¡Que corraaaaaas! –grita en un tono tan alto que todas nos
paramos en seco ojipláticas.
-¡Aaghh! Está bien, descanso de cinco minutos.
-Menos mal, no aguantaba ya tanto esfuerzo físico –dice Amy,
reincorporándose.
-¿Esfuerzo físico? ¡Hasta los peces corren más que tú! Y,
¿adivina qué? ¡No tienen piernas! –Aubrey se va de allí y coge su botella de
agua.
Cuando Chloe y yo pasamos cerca de Amy, se une a nosotras y
suelta en tono de burla, pero en bajo:
-¿Adivina qué? ¡Yo no soy un pez!
-En serio, esa chica tiene que aprender a calmarse –le digo
para reconfortarla.
Si te ha gustado, comenta ^^
No hay comentarios:
Publicar un comentario